En un movimiento político que inmediatamente envió ondas de choque en todo el país y más allá, el ex presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, un candidato declarado en las próximas elecciones, firmó una controvertida orden ejecutiva que prohíbe a las atletas femeninas participar en competiciones deportivas oficiales en ciertos niveles, citando la necesidad de “restaurar la justicia” en los deportes.
La Orden Ejecutiva, presentada esta mañana en una conferencia de prensa en Dallas, estipula que ciertas categorías de competencia, particularmente en los niveles de la escuela secundaria y la universidad, se reservarán exclusivamente para atletas masculinos o aquellos que cumplan con una definición estricta de “sexo biológico al nacer”. Trump dijo que la medida estaba destinada a “poner fin a las injusticias graves sufridas por los jóvenes en los deportes” y “restaurar la integridad de la competencia”.
La declaración inmediatamente provocó protestas de asociaciones deportivas, defensores de los derechos de las mujeres y numerosas figuras políticas tanto en Estados Unidos como en Europa. Muchas federaciones deportivas denunciaron la medida como discriminatoria y retrógrada, advirtiendo a sus consecuencias sociales y legales. La ACLU (American Civil Liberties Union) anunció que estaba considerando presentar un desafío constitucional contra el decreto, calificándola de “violación flagrante de los derechos fundamentales de las mujeres y las personas transgénero”.
En las redes sociales, el hashtag #letwomenplay se volvió viral rápidamente, ilustrando la profunda indignación de un segmento de la población. Muchos atletas de alto perfil, incluidos Megan Rapinoe y Serena Williams, expresaron su ira y tristeza, acusando a Trump de, una vez más, atacar a las minorías para movilizar su base de votantes conservador.
Pero los partidarios elogiaron la orden como una medida “valiente” y “necesaria” para “proteger los valores tradicionales de los deportes”. Varios gobernadores republicanos han declarado su intención de implementar inmediatamente la orden en sus respectivos estados, lo que refuerza la división política e ideológica que divide el país.
A medida que el debate se intensifica, las protestas han estallado frente a varias instituciones deportivas y tribunales, exigiendo la anulación del decreto. Los expertos legales creen que la medida será impugnada rápidamente en los tribunales superiores, y su implementación podría suspenderse en las próximas semanas.
La decisión de Trump, lejos de pasar desapercibida, es parte de una estrategia de reconquesta electoral más amplia, en la que los temas de identidad, religión y género parecen volver a convertirse en campos de batalla políticos. Por ahora, una cosa es segura: los deportes estadounidenses, y la sociedad en general, no surgirán indemne de esta última controversia.