Un nuevo hallazgo arqueológico está alimentando el creciente debate sobre la existencia de civilizaciones avanzadas en la antigüedad. Esta vez, el centro de atención son pequeños sellos cilíndricos que datan del año 7600 a.C., considerados por muchos expertos como una de las pruebas más sólidas de un sistema social y cultural más sofisticado de lo que se creía posible en esa época.
Estos cilindros tallados en piedra, de apenas 2,5 centímetros de ancho, eran utilizados para imprimir patrones sobre arcilla húmeda, dejando marcas únicas que funcionaban como una especie de firma personal, marca de propiedad o herramienta narrativa. Su descubrimiento en zonas arqueológicas de Mesopotamia y Susa, dos de las cunas de la civilización, ha provocado un renovado interés entre historiadores, arqueólogos y lingüistas.
Lejos de ser simples adornos, estos sellos presentan complejos grabados geométricos, figuras humanas, animales míticos y escenas cotidianas, que para muchos representan una forma temprana de comunicación visual estructurada, lo que sugiere la existencia de pensamiento simbólico, jerarquía social y administración avanzada.
Varios investigadores sostienen que estos sellos podrían haber servido como precursora de la escritura cuneiforme, considerada una de las primeras formas de lenguaje escrito del mundo. Al rodarse sobre superficies de arcilla húmeda, cada cilindro dejaba una impresión repetible pero única, similar a un sello o una firma moderna. Este mecanismo no solo ayudaba en transacciones comerciales y actos legales, sino que también podría haber tenido un propósito ceremonial o narrativo.
Según la arqueóloga Dra. Lina Haroun, estos artefactos “son testimonio de una sociedad que ya poseía una estructura organizativa compleja, con roles definidos, comercio activo y posiblemente incluso una administración centralizada”.
El descubrimiento pone en duda la noción tradicional de que las primeras sociedades eran simples y rudimentarias. En cambio, estos sellos sugieren que hace más de 9.000 años, ya existían formas de arte, comunicación e identidad individual bastante desarrolladas. Para muchos estudiosos, esto constituye una evidencia clave de que existieron ciudadanos culturalmente avanzados mucho antes de las grandes civilizaciones clásicas.
Estos objetos, aunque pequeños en tamaño, tienen un valor inmenso para la comprensión del desarrollo humano. Representan una conexión tangible entre los orígenes de la civilización y nuestras formas modernas de organización y expresión.