No sólo no se trajeron a casa los 200 cuerpos, sino que el misterio detrás del EVEREST fue aún más aterrador con “LA LEYENDA DE LA TIERRA ENCANTADA”, cuando se anunciaron muchos descubrimientos impactantes.
El Monte Everest, el pico más alto del mundo, ha sido durante mucho tiempo un símbolo de ambición y resistencia humanas. Sin embargo, su atractivo conlleva una cruda realidad: más de 200 cuerpos de escaladores permanecen dispersos por sus laderas, congelados en el tiempo, sirviendo como marcadores inquietantes para quienes se atreven a ascender. Más allá de estos restos no recuperados, descubrimientos recientes e historias inquietantes han alimentado la leyenda del Everest como una “tierra embrujada”, revelando secretos mucho más inquietantes que el número de muertos en la montaña. Desde dilemas éticos hasta susurros sobrenaturales, los misterios del Everest siguen cautivando y aterrorizando.
Las duras condiciones del Everest, especialmente en la “Zona de la Muerte” por encima de los 8000 metros, hacen que la supervivencia sea una apuesta arriesgada. Aquí, los niveles de oxígeno son un tercio de los del nivel del mar, las temperaturas caen en picado hasta los -30 °C y pueden azotar ventiscas impredecibles sin previo aviso. El desgaste físico es inmenso: los escaladores se enfrentan a la desorientación, la fatiga extrema y la sobrecarga orgánica. La mayoría de quienes perecen en este entorno implacable se quedan atrás, ya que recuperar los cuerpos es una tarea casi imposible. La combinación de bajo oxígeno, frío extremo y el peso de un cuerpo congelado, a menudo incrustado en el hielo, hace que las misiones de recuperación sean peligrosas y costosas, con gastos que alcanzan los 70.000 dólares y riesgos significativos para la vida de los rescatadores. Como resultado, los restos de muchos escaladores se convierten en elementos permanentes, algunos incluso sirviendo como monumentos sombríos, como “Botas Verdes”, identificado como Tsewang Paljor, cuyo cuerpo ha yacido cerca de una cueva desde 1996, pasado por innumerables escaladores.

Las cuestiones éticas que rodean estos cuerpos añaden otra capa de horror. En la comunidad de escaladores, un código no escrito insta a los montañeros a ayudar a quienes están en peligro, incluso a costa de sus propios sueños de cumbre. Sin embargo, en el Everest, este código a menudo se abandona. Abundan las historias de escaladores que pasan por encima de compañeros moribundos o muertos para alcanzar la cima, impulsados por la ambición o el instinto de supervivencia. En 2006, la trágica muerte de David Sharp desató indignación cuando se informó que hasta 40 escaladores lo adelantaron mientras agonizaba, priorizando su ascenso sobre su vida. Sir Edmund Hillary, el primer escalador confirmado del Everest, condenó tales acciones, afirmando que la vida humana es más importante que cualquier cumbre. Esta “zona gris” moral ha llevado a muchos a cuestionar si las condiciones extremas del Everest erosionan no solo la fuerza física, sino también la humanidad misma.
Más allá de la ética, la mística de la montaña se ve amplificada por relatos que rozan lo sobrenatural. La leyenda de la “tierra embrujada” proviene de relatos de escaladores que experimentan fenómenos espeluznantes. Algunos relatan haber escuchado susurros o pasos en la nieve, incluso estando solos. Otros afirman haber visto figuras fantasmales, como la de Andrew Irvine, quien desapareció en 1924 junto a George Mallory. El pie de Irvine, aún en su bota, fue descubierto recientemente en 2024, reavivando las especulaciones sobre su destino y alimentando el mito. Los sherpas locales, profundamente espirituales, creen que la montaña es sagrada, y algunos atribuyen estos fenómenos a la inquietud de los espíritus de quienes quedaron atrás. La comunidad sherpa suele considerar que dejar cuerpos sin recuperar perturba la santidad de la montaña, lo que agudiza aún más la sensación de inquietud.
Descubrimientos recientes no han hecho más que intensificar la sombría reputación del Everest. El cambio climático ha comenzado a derretir el hielo de la montaña, dejando al descubierto cuerpos y escombros ocultos durante mucho tiempo. En 2024, un equipo militar nepalí, liderado por el mayor Aditya Karki, recuperó varios cuerpos, algunos en un estado de conservación excepcional, aún vestidos con el equipo de escalada. Estas misiones, si bien tienen como objetivo restaurar la limpieza de la montaña, son agotadoras: los equipos pasan horas tallando hielo o vertiendo agua hirviendo para liberar los restos congelados. El impacto psicológico en los rescatistas es inmenso, al enfrentarse a la cruda realidad de la mortalidad humana. Además, el deshielo ha dejado al descubierto no solo cadáveres, sino también toneladas de desechos: más de 11 toneladas de basura, incluyendo equipo abandonado y excrementos humanos, fueron retiradas en una sola temporada. Esta degradación ambiental subraya la transformación de la montaña en lo que algunos llaman el “vertedero más alto del mundo”.
La narrativa de la “tierra embrujada” se ve alimentada por historias trágicas que perduran en la memoria de los escaladores. Francys Arsentiev, conocida como “La Bella Durmiente”, se convirtió en leyenda tras su muerte en 1998; su última súplica, “No me dejes aquí”, resuena en la tradición montañera. De igual manera, la ventisca de 1996, que se cobró ocho vidas, incluida la de Yasuko Namba, sigue siendo uno de los capítulos más oscuros del Everest, donde los supervivientes relatan terribles condiciones de nieve blanca donde la visibilidad se redujo a cero. Estas historias, combinadas con los desafíos físicos y éticos de la montaña, pintan la imagen de un lugar donde el poder de la naturaleza y la fragilidad humana colisionan.
Los secretos del Everest se extienden más allá de sus horrores visibles. El atractivo de la montaña, sumado a sus peligros, plantea preguntas sobre por qué los escaladores siguen arriesgándolo todo. Para algunos, es la búsqueda de la gloria; para otros, una prueba de sus límites personales. Sin embargo, a medida que aumenta el número de muertos —18 solo en 2023— y los cuerpos siguen sin ser reclamados, el Everest se alza como un crudo recordatorio de la indiferencia de la naturaleza. La leyenda de la “tierra embrujada”, ya sea basada en hechos reales o supersticiones, refleja la capacidad de la montaña para evocar tanto asombro como temor. A medida que los escaladores continúan sus aventuras, recorren un sendero surcado por los fantasmas de quienes los precedieron, sus historias grabadas en el hielo, parte para siempre del escalofriante legado del Everest.