Hace ochenta años, el mundo fue testigo de un momento que alteró para siempre el curso de la historia. El 6 de agosto de 1945, Estados Unidos lanzó la primera bomba atómica en Hiroshima, Japón. Tres días después, se lanzó una segunda bomba sobre Nagasaki. Estos eventos pusieron fin a la Segunda Guerra Mundial, pero sus consecuencias han hecho eco de las generaciones.
La película de 2023OppenheimerRepresenta la carrera científica para construir la bomba atómica, pero no captura completamente la magnitud de su impacto humano. Esta es la historia incalculable de Hiroshima: de valentía, sufrimiento y la resistencia de su gente.

La calma antes de la tormenta
En las primeras horas del 6 de agosto de 1945, en la isla del Pacífico de Tinian, una superfortresa B-29 nombradaEnola Gayse estaba preparando para una misión a diferencia de cualquiera antes. Dirigido por el teniente coronel Paul Tibbets, la tripulación llevaba una carga útil de cinco toneladas: una bomba atómica llamada “niño pequeño”, que contiene 64 kilogramos de uranio, suficiente para destruir una ciudad entera. Por razones de seguridad, la bomba no estuvo armada hasta la mitad del vuelo.
Mientras tanto, la vida continuó como de costumbre en Hiroshima, una vibrante ciudad portuaria de 245,000 residentes. Nadie sospechaba que en cuestión de horas, todo cambiaría para siempre.
El momento en que sacudió el mundo
A las 8:15 amEnola GayLanzó la bomba sobre Hiroshima. En unos momentos, a unos 1,900 pies sobre el suelo, “niño” detonó. Un destello cegador encendió el cielo, seguido de una onda de choque e intensa calor. La explosión niveló los edificios, encendió fuegos en toda la ciudad y envolvió el paisaje con humo y polvo.

Más de 100,000 personas perdieron la vida al instante o en cuestión de horas. Muchos eran escolares involucrados en el servicio comunitario. Los hospitales fueron destruidos, y los pocos médicos sobrevivientes enfrentaron un número abrumador de pacientes.
Los recuerdos de los sobrevivientes
Para aquellos que sobrevivieron, la ciudad se volvió irreconocible. Un niño fue arrojado a través de un patio de la escuela. Una madre montando un tranvía trató de proteger a su bebé de la explosión. Una adolescente recordó caminar entre los heridos, buscando ayuda desesperadamente.
Un médico, que trabaja en un hospital dañado, operado por la luz de las velas en medio de un número abrumador de lesionados. Incendios quemados durante la noche. Los sobrevivientes, muchos quemados y desorientados, se abrieron paso hacia ríos o en campos abiertos, buscando seguridad y agua.
El regreso y las consecuencias
A las 2:00 pm,Enola Gayaterrizó con seguridad en Tinian. La tripulación fue honrada y probada por radiación, aunque no estaban al tanto de la devastación completa que habían dejado atrás. En Hiroshima, incluso en medio de las ruinas, surgieron pequeños actos de compasión: relaciones que se reúnen, extraños que se ayudan mutuamente. Un sobreviviente lo describió como “esperanza dentro de un infierno vivo”.

A bordo del USSAugusta, El presidente Harry Truman recibió la confirmación del éxito de la misión. Lo llamó “lo más grande de la historia”, creyendo que terminaría la guerra. Sin embargo, el silencio continuo de Japón condujo a un segundo bombardeo en Nagasaki el 9 de agosto.
Un fin y un nuevo comienzo

El 15 de agosto, el emperador Hirohito se dirigió a la nación en una transmisión de radio histórica, anunciando la rendición incondicional de Japón. El 2 de septiembre de 1945, la Segunda Guerra Mundial terminó oficialmente con la rendición formal de Japón a bordo del USSMisuri.
Un legado de conciencia
Los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki marcaron el comienzo de una nueva era, una donde la paz llegó con la inminente amenaza de destrucción nuclear. Los sobrevivientes, conocidos comoHibakusha, llevaba profundas cicatrices físicas y emocionales. Sus historias son recordatorios de la resistencia de la humanidad y la urgente necesidad de prevenir tales tragedias en el futuro.
Ochenta años después, no solo honramos a las víctimas, sino que también reflexionamos sobre la responsabilidad duradera de elegir la paz, recordar la historia y asegurar que tal destrucción nunca vuelva a suceder.