En una tensa reunión de la Oficina Oval, el primer ministro canadiense Mark Carney entregó un mensaje resuelto al presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, declarando que Canadá “no está a la venta, no estará a la venta”. La declaración, hecha directamente al líder estadounidense, subrayó una grieta creciente entre las dos naciones en medio de la retórica creciente sobre el comercio, los recursos y la soberanía. El encuentro, descrito por los asistentes como cargados pero diplomáticos, marcó un momento crucial en las relaciones de Canadá-EE. UU., Reflejando la firma postura de Carney contra el extralimitación estadounidense percibida.

La reunión surgió de meses de declaraciones provocativas, y Trump sugiere repetidamente que los recursos de Canadá, su agua, madera y energía, podrían aprovecharse para beneficiar a los Estados Unidos. Las publicaciones encontradas en X han amplificado estas tensiones, citando a Carney como acusando a Trump de intentar “romper” a Canadá para afirmar el dominio sobre sus tierras y activos. Si bien estas publicaciones capturan el sentimiento público, siguen sin concluir sin confirmación oficial. No obstante, los comentarios de la Oficina Oval de Carney se alinean con sus mensajes consistentes: la independencia de Canadá no es negociable.
Carney, un ex gobernador del Banco de Inglaterra conocido por su comportamiento medido, adoptó un tono de acero durante el intercambio. Fuentes cercanas a la delegación canadiense dicen que enfatizó la resiliencia económica de Canadá y su derecho a la autodeterminación. “No pedimos esta pelea”, dijo Carney, según los informes, haciéndose eco de los sentimientos que expresó a principios de año, como se señaló en las discusiones en las redes sociales. Enmarcó la posición de Canadá como de fortaleza, no de desafío, destacando las sólidas asociaciones comerciales de la nación y la economía diversificada como amortiguadores contra la presión externa.
Trump, por su parte, mantuvo su franqueza característica. Si bien la Casa Blanca no ha publicado una transcripción oficial, los expertos sugieren que el presidente reiteró su deseo de un “mejor trato” sobre el comercio y el intercambio de recursos. Estados Unidos ha mirado durante mucho tiempo las reservas de agua dulce y el sector de la energía de Canadá, particularmente a medida que las presiones climáticas aumentan a nivel mundial. Los comentarios de Trump, aunque vagos, insinuaron aranceles u otras medidas económicas si Canadá no cooperó, una táctica Carney se rechazó rápidamente.
El telón de fondo de esta reunión es un juego de ajedrez geopolítico más amplio. Canadá, un aliado clave de los Estados Unidos, depende en gran medida del comercio transfronterizo, con casi el 75% de sus exportaciones que fluyen hacia el sur. Sin embargo, el gobierno de Carney ha seguido la diversificación, fortaleciendo los lazos con Europa y Asia para reducir la dependencia. Este pivote estratégico, argumentan los analistas, le da a Canadá el apalancamiento para rechazar las demandas de EE. UU. Sin arriesgar el colapso económico. La postura de la Oficina Oval del Primer Ministro fue tanto un mensaje para Trump como para los canadienses, señalando la unidad y la resolución.
La reacción pública en Canadá ha sido en gran medida de apoyo, y muchos elogian el desafío de Carney como una posición necesaria contra la invasión estadounidense. Sin embargo, algunos críticos advierten que la creciente tensiones podría dañar la cooperación bilateral en temas como la seguridad fronteriza y la política climática. En los EE. UU., Las opiniones son mixtas, y algunos ven el enfoque de Trump como pragmático y otros lo ven como innecesariamente antagónica.
Mientras ambos líderes navegan por esta tormenta diplomática, el mundo observa de cerca. La declaración de Carney, que nunca será subsumida, establece el escenario para un enfrentamiento prolongado. Si esto conduce a un compromiso o una escalada adicional sigue siendo incierta, pero por ahora, Canadá se mantiene firme, su primer ministro inflexible frente a la presión.