En una liga basada en los mejores momentos y los títulos de anotación, a menudo son los sacrificios ocultos y los momentos de introspección los que revelan la verdadera grandeza de un jugador. Para Stephen Curry, el rostro de la dinastía de los Golden State Warriors y una figura transformadora en la NBA moderna, su último acto de liderazgo no implicó una canasta sobre la bocina ni un triple que desafiara la gravedad. Se plasmó en tinta y papel.
Tras sufrir una distensión de grado 1 en el isquiotibial izquierdo durante el primer partido de las semifinales de la Conferencia Oeste, Curry fue descartado para el segundo y tercer partido. La noticia resonó en el vestuario de los Warriors y en toda la liga. Con Golden State enfrentándose a un rival resistente y Curry siendo el motor ofensivo y emocional del equipo, el revés fue más que físico. Pero en lugar de refugiarse en el silencio o la frustración, Curry recurrió a algo profundamente personal: escribir cartas.
Escribió dos. Una a su entrenador, Steve Kerr. Otra a Jimmy Butler, la estrella del Miami Heat y un destinatario inesperado. Ambas cartas eran sinceras, emotivas y engañosamente similares en tono. Pero su verdadero poder surgió solo cuando Kerr y Butler compararon sus notas y se dieron cuenta de lo diferentes que eran realmente los mensajes.
La carta a Kerr: El dolor de un líder
Steve Kerr, exjugador y acostumbrado a la presión de la postemporada, abrió su carta esperando una actualización típica: una nota del capitán prometiéndole apoyo desde la banda. Lo que recibió fue algo mucho más profundo.
La carta de Curry a Kerr estaba impregnada de angustia. Confesó la frustración de saber que su cuerpo lo había traicionado en un momento crucial. Detalló la culpa por haber decepcionado a sus compañeros, no por decisión propia, sino por las circunstancias. Sin embargo, entretejido en el dolor había algo más: una fe inquebrantable.
“Siempre he confiado en ti para que nos guiaras”, escribió Curry. “Ahora necesito que confíes en mí cuando te digo: deja que los demás brillen. Volveré. Pero por ahora, Klay, Draymond, Wiggs… ellos lo tienen todo bajo control”.
Kerr describiría más tarde la carta como uno de los gestos más inteligentes que jamás había visto en un jugador. No era solo un mensaje de fe en el equipo; era una expresión de vulnerabilidad y autoconciencia. Curry no solo se hacía a un lado, sino que animaba a otros a dar un paso al frente.
La carta a Jimmy: Hermandad y perspectiva
Jimmy Butler, quien nunca se caracterizó por su sentimentalismo, recibió una carta de Curry con sorpresa. Aunque sus caminos rara vez se cruzaron en duelos importantes de playoffs, siempre existió un respeto mutuo. Lo que Curry escribió reveló que ese respeto era mucho más profundo de lo que Butler creía.
“Te he visto liderar a tu equipo”, escribió Curry. “Juegas con dolor, dudas y agotamiento. Me recuerdas lo que significa liderar. Estoy aprendiendo de ti ahora”.
Luego admitió algo impactante: «Esta lesión me llena de humildad. No puedo estar en la cancha, pero aún puedo estar presente. Me lo has demostrado».
Para Butler, el mensaje de Curry no era solo un halago, sino un sentimiento de hermandad. Ambos habían cargado con franquicias. Ambos habían sufrido reveses en los peores momentos. Y ambos sabían que el liderazgo no siempre significaba ponerse los zapatos. A veces, significaba estar presente incluso cuando no se podía jugar.
Dos cartas, un legado
Al principio, tanto Kerr como Butler asumieron que Curry había escrito una sola plantilla de cartas de aliento y enviado copias a las personas que más respetaba. Pero una vez que hablaron y compartieron sus cartas, la realidad los dejó atónitos.