En junio de 1934, dos buscadores de oro en las remotas y escarpadas montañas de San Pedro, en Wyoming, hicieron un descubrimiento que superó todas las expectativas. En una pequeña cueva, encontraron el cuerpo momificado de una diminuta figura humanoide, perfectamente conservada, sentada en posición de loto, como si estuviera congelada en meditación. Con tan solo 16,5 cm de altura en posición sentada y una altura máxima estimada de 35 cm, la figura, posteriormente apodada “Pedro”, fascinó rápidamente tanto al público como a los científicos.
El descubrimiento de Pedro causó sensación mundial y desató mucha especulación y explicación. Lo particularmente sorprendente fue que los indígenas locales, las tribus Nimeriga, contaban desde hacía tiempo historias sobre pequeños seres enérgicos con poderes sobrenaturales. El descubrimiento de Pedro pareció otorgar a estas leyendas una credibilidad inquietante.
El examen científico de Pedro solo profundizó el misterio. Las radiografías y los exámenes revelaron que Pedro no era un niño, como su tamaño sugería, sino un adulto. Su edad estimada oscilaba entre los 16 y los 65 años. Sus características físicas eran humanas, pero inquietantes: cráneo aplanado, ojos saltones, uñas visibles y una dentadura completa y afilada. Su piel estaba arrugada y oscura, dando la impresión de vejez. El contenido de su estómago mostraba restos de carne cruda, lo que indicaba una dieta carnívora. Sin embargo, lo particularmente inquietante fue que Pedro mostraba signos de una muerte violenta. Tenía el cráneo destrozado, la columna vertebral fracturada y varios huesos destrozados, lo que sugería una causa traumática de muerte.
A pesar de la importancia de este descubrimiento, la historia de Pedro dio un giro sombrío. Tras cambiar de manos varias veces, la momia finalmente fue adquirida por un hombre llamado Ivan Goodman, quien prometió protegerla. Pero para 1950, Goodman había desaparecido, y con él, Pedro desapareció sin dejar rastro. Lo que una vez se creyó la clave de una raza olvidada o un antiguo secreto se convirtió en objeto de rumores y leyendas. Hoy, Pedro solo existe en fotografías descoloridas y en las historias orales de las tribus Nimeriga: un enigma perdurable que difumina la línea entre el folclore, la ciencia y lo desconocido.
Pedro sigue siendo pues un enigma fascinante y sin resolver en la historia de los descubrimientos arqueológicos, cuyo secreto aún espera ser revelado.