Durante siglos, el parto ha sido una experiencia traumática y desafiante, a menudo plagada de complicaciones tanto para la madre como para el niño. La sinfisiotomía surgió a finales del siglo XVI como una medida desesperada para ayudar a quienes atravesaban un parto difícil. Esta práctica intensiva, que consiste en dividir la articulación pélvica de la mujer para ensanchar el canal del parto, persistió en algunas regiones, sobre todo en Irlanda, hasta bien entrado el siglo XX. Curiosamente, la motosierra, ahora conocida como herramienta en otros contextos, se inventó originalmente para facilitar este doloroso procedimiento. Esta es la conmovedora historia de la sinfisiotomía, una intervención médica que afectó profundamente a muchas mujeres.
Los orígenes de una práctica dura
La sinfisiotomía se remonta a 1597. En aquella época, los médicos, ante los peligros del parto, desarrollaron un método para separar manualmente el cartílago y los ligamentos de la sínfisis púbica, la articulación que conecta las dos mitades de la pelvis. Esta separación permitía que la pelvis se expandiera, creando más espacio para el canal de parto del bebé. Sin embargo, el procedimiento era laborioso, doloroso e impreciso. El uso de instrumentos sencillos lo convertía en una experiencia agotadora.
Hacia finales del siglo XVIII, el procedimiento se volvió más eficiente con la invención de un dispositivo similar a una motosierra. En 1785, el médico escocés John Aitken describió una herramienta en sus Principios de Partería o Medicina Puerperal que permitía dividir la articulación pélvica con mayor eficacia. Casi al mismo tiempo, otro médico, James Jeffray, desarrolló una motosierra médica similar para extirpar huesos enfermos. Estas primeras motosierras distaban mucho de ser herramientas modernas, pero su propósito era claro: agilizar las sinfisiotomías y, como mínimo, hacerlas menos dolorosas.
En el siglo XIX, las sinfisiotomías se consideraban una alternativa más segura a las cesáreas, que, antes de la introducción de las técnicas quirúrgicas modernas, conllevaban un alto riesgo de infección y complicaciones. Aunque el procedimiento era severo, se consideraba una medida necesaria para salvar a las madres y a los bebés cuando el parto vaginal no era posible.
Una práctica continua en Irlanda
A medida que los avances médicos del siglo XX hicieron que las cesáreas fueran más seguras y fiables, las sinfisiotomías perdieron popularidad en la mayoría de los países occidentales. Sin embargo, en Irlanda, el procedimiento se mantuvo como práctica común hasta la década de 1980. Las razones son complejas y controvertidas. Algunos atribuyen su persistencia a la influencia del catolicismo, que desaprobaba procedimientos como las cesáreas, que podrían reducir el riesgo de futuros embarazos o requerir anticonceptivos, ambos contradictorios con la doctrina religiosa. Otros argumentan que el conservadurismo médico, y no la religión, fue el responsable de mantener el procedimiento.
Sea cual sea la causa, las experiencias de las mujeres irlandesas que se sometieron a una sinfisiotomía reflejan un profundo sufrimiento. Sin la anestesia adecuada, muchas soportaron el procedimiento completamente conscientes, atadas y con un dolor intenso. Philomena, quien se sometió a una sinfisiotomía en 1959, describió a la CNN la agonía de la “operación” en un quirófano abarrotado: “Gritaba y me sujetaban… No podía ver mucho, salvo que estaban trabajando. Era un dolor insoportable”.

Cora, que tenía solo 17 años cuando dio a luz a su hijo en 1972, describió una escena igualmente desgarradora al Guardian : “Grité. ‘La anestesia no está funcionando’, dije, ‘lo siento todo’… Lo vi sacar una sierra de verdad, algo así como una herramienta de carpintero… La sangre brotaba a borbotones, sobre sus gafas y sobre las enfermeras”. Recordó cómo el cirujano usó una herramienta parecida a un soldador para detener la hemorragia, y estaba convencida de que su vida corría peligro.
Los efectos duraderos en los sobrevivientes
Las consecuencias físicas y psicológicas de la sinfisiotomía fueron profundas. Las mujeres reportaron problemas de salud crónicos como incontinencia, dolor persistente y artritis precoz. Muchas sufrieron el trauma durante décadas, lo que les provocó abortos espontáneos y una profunda sensación de violación. Rita McCann, quien se sometió al procedimiento en 1957, declaró a The Guardian en 2014 : «Estoy profundamente frustrada porque no nos lo explicaron, porque no nos dieron opciones… Nadie podía hablar de ello sin echarse a llorar».
La falta de consentimiento informado fue un tema recurrente entre las sobrevivientes. A muchas mujeres no se les informó lo que les estaba sucediendo y tuvieron que soportar el procedimiento con confusión y miedo. Los efectos psicológicos fueron tan graves que algunas, como McCann, tuvieron dificultades para procesar los recuerdos incluso años después. “Intentas procesar muchas cosas”, dijo, “pero no las olvidas. Me impactó”.
El legado y el declive de la sinfisiotomía
A finales del siglo XX, la sinfisiotomía prácticamente había desaparecido de la medicina moderna en Occidente, sustituida por opciones más seguras y menos invasivas, como las cesáreas. Un estudio de 2010 de la Base de Datos Cochrane de Revisiones Sistemáticas describió el procedimiento como una opción de segunda opción, aunque sigue siendo una intervención poco frecuente que salva vidas en regiones de escasos recursos donde no se dispone de atención quirúrgica avanzada.
En Irlanda, el inquietante legado del procedimiento impulsó la acción. En 2016, el gobierno otorgó indemnizaciones de entre 50.000 y 150.000 euros a cientos de mujeres que se habían sometido a una sinfisiotomía. Sin embargo, para muchas, la compensación económica no logró aliviar las consecuencias físicas y psicológicas. Las sobrevivientes exigieron no solo una indemnización, sino también rendición de cuentas: una disculpa y una explicación de por qué tuvieron que someterse a un procedimiento tan doloroso sin su consentimiento.
Desde el nacimiento hasta la motosierra
Sorprendentemente, la motosierra, originalmente desarrollada para sinfisiotomías, encontró un nuevo propósito mucho más allá del quirófano. En 1905, el estadounidense Samuel J. Bens patentó una motosierra eléctrica para talar secuoyas gigantes. En la década de 1920, el ingeniero alemán Andreas Stihl introdujo la motosierra portátil, una herramienta que revolucionó la silvicultura y alcanzó un amplio reconocimiento, aunque hoy en día se utiliza para fines distintos a la medicina.
Hoy en día, el uso de una motosierra durante el parto es inimaginable, una reliquia de una época menos progresista. En la obstetricia moderna, la seguridad y la dignidad de la madre y el niño son primordiales. Las cesáreas y otras intervenciones ofrecen soluciones mucho menos estresantes. Pero para las mujeres que han sobrevivido a una sinfisiotomía, el procedimiento sigue siendo un doloroso recordatorio de una época en la que la medicina podía ser tan compleja como las enfermedades que intentaba tratar.