Ella lo besó en la pantalla grande y destruyó 400 años del legado de Cabot en 15 segundos
Se suponía que sería un concierto más de Coldplay. Pero cuando la cámara enfocó a Kristin Cabot —segura de sí misma, bien arreglada, casada—, no fue solo una sonrisa y un encogimiento de hombros. Fue la implosión a cámara lenta de una de las familias más poderosas de Estados Unidos. Un momento robado. Una breve vacilación. ¿Y luego? Un beso que ninguno puede explicar, reproducido millones de veces en línea.
Y mientras los labios de Kristin acaparaban titulares en Nueva York, su esposo, Andrew Cabot, se encontraba a 10.999 kilómetros de distancia, en Tokio, sin saber que un escándalo viral había estallado en su ausencia. Para cuando regresó a New Hampshire, el hombre, antaño conocido por su herencia, lujo y valentía marítima, no era más que un término de búsqueda popular: “El beso de Coldplay entre la esposa de Cabot”. Pero tras los titulares se esconde una historia más profunda que el escándalo. Se trata de una dinastía destrozada por la desgracia moderna, un director ejecutivo destronado por el silencio y una esposa cuya sonrisa burlona podría haberle costado más que su matrimonio.
Andrew Cabot pertenece a una de las familias más antiguas y adineradas de Massachusetts. Boston Globe vía Getty Images
Privateer Down: La dinastía, la boda, la mansión de 2,2 millones de dólares… ahora congelada en el tiempo.
Andrew Cabot no solo heredó un nombre, sino una marca entera. Un héroe de la Guerra de Independencia en la familia, un imperio de ron boutique y una esposa que formó parte del consejo asesor de la compañía. Su vida, al menos en Instagram, parecía perfecta: cenas en la costa, sonrisas en Nantucket, niños con suéteres iguales. Pero tras los muros de su finca de 2,2 millones de dólares en Rye, algo ya se había roto.
La casa de Andrew y Kristin Cabot en Rye. LP Media
El beso no fue la causa de la caída. La confirmó.
“No solo besó a otro hombre”, susurró una fuente familiar. “Destruyó todo lo que el apellido Cabot había construido durante siglos: legado, privacidad, honor. Y todo solo para hacer reír al público de Coldplay”.
¿Y el hombre a su lado? Andy Byron, exprodigio tecnológico y, hasta hace poco, el bien pagado director ejecutivo de Astronomer. Se quedó paralizado cuando Kristin se inclinó hacia ella. No le devolvió el beso. Pero el momento fue suficiente. Suficiente para arruinar un matrimonio. Suficiente para acabar con dos carreras. Suficiente para que Estados Unidos se pregunte qué ocultan los Cabot.
Kristin Cabot con Andrew Cabot en 2024. Maud Cabot/Facebook
La caída de la Casa Cabot y el colapso silencioso de los reyes de la tecnología
Si Andy Byron creía que podría pasar desapercibido con las grabaciones, se equivocó. Su junta directiva no respondió. Salió del cargo en cuestión de días. Astronomer no emitió un comunicado de prensa. Tampoco fue necesario. El memorando interno que anunciaba a Pete DeJoy como su sucesor se filtró casi de inmediato. Expertos en tecnología afirman que Byron está “emocionalmente angustiado”. Los críticos dicen que simplemente “no estaba preparado para el momento clave”.
Pero Kristin sigue siendo un misterio.
Mientras Andrew declinaba las consultas de prensa y las oficinas de Privateer Rum estaban cerradas, Kristin desapareció por completo de LinkedIn. Su puesto de asesora fue borrado. No se anunció su renuncia. Ninguna disculpa. Y, sin embargo, no la despidieron. Todavía no.
“¿Por qué sigue ahí?”, preguntó un exmiembro de la junta. “Si un hombre hubiera hecho esto, ya no estaría”.
Esta es una pregunta que actualmente preocupa a la élite de Boston y otros lugares. ¿Por qué deberían estar protegidos en una era de cultura de la cancelación y obsesión por la imagen?
Porque tal vez –sólo tal vez– haya algo más en juego que un mal beso.