A medida que las noches de octubre se alargan y el aire huele a otoño, nace una tradición con un pasado oscuro: las calabazas talladas , también conocidas como Jack O’Lanterns . Pero tras las caras brillantes que adornan nuestros alféizares se esconde algo más que simples adornos festivos: sus orígenes son espeluznantes, místicos y profundamente arraigados en antiguas leyendas .
La leyenda de Jack O’Lantern
La historia comienza en Irlanda con un hombre llamado Jack el Tacaño . Cuenta la leyenda que Jack engañó al diablo varias veces, lo que le impidió entrar tanto al cielo como al infierno tras su muerte. Condenado a vagar eternamente en la oscuridad, el diablo solo le dio a Jack un carbón encendido, que colocó en un nabo ahuecado para iluminar su camino. Así nació el primer “Jack O’Lantern ” .
Cuando los inmigrantes irlandeses llegaron a Estados Unidos en el siglo XIX, descubrieron que las calabazas eran mucho más adecuadas que los nabos : más grandes, más fáciles de tallar y abundantes. Así, la calabaza se convirtió en el nuevo símbolo de la antigua costumbre.
De fantasma a símbolo
Lo que antaño servía para ahuyentar a los malos espíritus y demonios ha evolucionado a lo largo de los siglos hasta convertirse en un elemento central de la tradición moderna de Halloween . Hoy, la cara de calabaza no es solo un adorno, sino una expresión de creatividad, artesanía y patrimonio cultural.
Hoy en día, existen concursos de tallado de calabazas en todo el mundo , desde adorables hasta espeluznantes, desde tradicionales hasta artísticos. Pero muchos desconocen que las caras brillantes alguna vez fueron un símbolo de protección , un intento de protegerse de la oscuridad y lo sobrenatural.
¿Por qué las caras de calabaza son tan populares hoy en día?
La conexión entre Halloween y las calabazas es inconfundible hoy en día . Gracias al cine, las series de televisión y la comercialización de la festividad, la calabaza se ha consolidado como un símbolo de la cultura popular. Millones de rostros tallados con gran maestría se comparten cada año, especialmente en redes sociales, lo que mantiene viva la tradición.
Pero a pesar de toda la modernización, la esencia de la costumbre permanece: un toque de horror, un rastro de superstición y la certeza de que detrás de cada rostro hay una historia.