“Huesos Rotos, Gritos Ignorados”: El Impactante Escándalo de la Tortura de Anne Askew
En el corazón de la Inglaterra del siglo XVI, donde las luchas religiosas y políticas ardían con una intensidad feroz, la historia de Anne Askew emerge como un relato de valentía, resistencia y una brutalidad que aún resuena en la memoria histórica. Conocida como una de las primeras poetas en lengua inglesa y una mártir protestante, Askew no solo desafió las normas de su tiempo, sino que pagó un precio inimaginable por su fe y sus convicciones. Su historia, marcada por el titular “Huesos Rotos, Gritos Ignorados”, revela un escándalo que sacude la conciencia moderna y nos invita a reflexionar sobre el costo de la libertad de pensamiento.

Anne Askew nació en 1521 en South Kelsey, Lincolnshire, hija de Sir William Askew, un caballero de la corte de Enrique VIII, y Elizabeth Wrottesley. Desde joven, mostró una inteligencia aguda y una inclinación por la escritura, pero fue su conversión al protestantismo lo que definió su destino. En una época en que la Reforma de Enrique VIII dividía a Inglaterra entre católicos y anglicanos, Askew se encontró en el centro de un torbellino ideológico. Su fe la llevó a cuestionar las doctrinas católicas tradicionales, lo que la convirtió en un objetivo para los conservadores religiosos que buscaban mantener el control.
El conflicto comenzó en su propio hogar. Casada a la fuerza con Thomas Kyme, un católico devoto, Anne se enfrentó a tensiones maritales insalvables debido a sus creencias protestantes. Según los registros históricos, ella memorizaba pasajes de la Biblia en inglés y rezaba a medianoche, prácticas que enfurecieron a su esposo. “Mi matrimonio fue convenido contra mi voluntad”, afirmó Askew, según relatos de la época, mientras buscaba anular su unión en la corte del obispo de Lincolnshire. Su negativa a someterse al statu quo la llevó a ser expulsada de su hogar y, eventualmente, a Londres, donde su destino tomaría un giro aún más oscuro.
En la capital, Askew se involucró con círculos protestantes cercanos a Catalina Parr, la sexta esposa de Enrique VIII. Este vínculo, aunque inspirador, resultó peligroso. Los conservadores, liderados por figuras como Thomas Wriothesley y Richard Rich, veían en ella una oportunidad para debilitar a la reina y su entorno reformista. En 1545, Askew fue arrestada bajo los Seis Artículos de 1539, que castigaban la herejía con severidad. Sin embargo, fue su arresto final en 1546 lo que marcó un punto de inflexión en su trágica historia.
Lo que hace que el caso de Anne Askew sea particularmente impactante es el hecho de que fue una de las pocas mujeres, junto con Margaret Cheyne, en ser torturada en la Torre de Londres. Según los registros, fue llevada a la Torre Blanca, donde enfrentó el temido potro de tortura, un dispositivo diseñado para estirar el cuerpo hasta dislocar los huesos. “Me negué a confesar los nombres de otros protestantes”, escribió Askew en su relato desde la prisión, demostrando una resistencia que asombró incluso a sus verdugos. A pesar del dolor insoportable, que la hizo desmayarse en varias ocasiones, no traicionó a sus compañeros de fe. El lugarteniente de la Torre, Sir Anthony Kingston, se negó a continuar con la tortura, considerando ilegal torturar a una mujer, pero Wriothesley y Rich, en su afán por obtener nombres, continuaron girando los tornos hasta que los hombros, caderas, codos y rodillas de Askew se dislocaron.
El relato de su sufrimiento es estremecedor. Los gritos de Anne, ignorados por sus torturadores, resonaron en las frías paredes de la Torre. “Me desmayé por el dolor, y aun así no hablé”, relató en sus escritos, que se conservaron como testimonio de su fortaleza. Este nivel de crueldad, infligido con el propósito de implicar a Catalina Parr y sus damas, revela no solo la brutalidad de la época, sino también el trasfondo político de su condena. La acusación de herejía fue, en gran medida, una fachada para atacar a los reformistas cercanos a la reina.
El 16 de julio de 1546, Anne Askew fue llevada a Smithfield, incapaz de caminar debido a las lesiones sufridas. Atada a una estaca con cadenas para sostener su cuerpo destrozado, fue quemada viva junto a otros tres hombres. Los testigos de su ejecución quedaron impresionados por su valentía. Según los informes, no emitió ningún grito hasta que las llamas alcanzaron su pecho, momento en que los saquitos de pólvora colocados en su cuerpo explotaron. Durante el sermón previo de Nicholas Shaxton, Askew mostró su agudeza intelectual incluso en sus últimos momentos. “Ahí se pierde, y habla sin el libro”, comentó en voz alta cuando discrepaba de sus palabras, demostrando que, hasta el final, su mente permaneció lúcida y desafiante.
La historia de Anne Askew trasciende el simple relato de una mártir. Es un recordatorio de la lucha por la libertad de expresión y creencia en un mundo donde el poder busca sofocar las voces disidentes. Su valentía al enfrentar la tortura y la muerte la convierte en un símbolo de resistencia, mientras que la brutalidad de su castigo expone las profundidades a las que puede llegar la intolerancia. En un contexto moderno, su historia resuena con quienes enfrentan persecución por sus ideas, ya sea en regímenes opresivos o en sistemas que silencian las voces marginadas.
El escándalo de su tortura, aunque ocurrió hace casi cinco siglos, sigue siendo relevante. Nos recuerda que los gritos de los oprimidos a menudo son ignorados por quienes detentan el poder, y que el costo de la verdad puede ser devastador. Sin embargo, la resistencia de Askew también inspira. Su negativa a ceder, incluso cuando sus huesos fueron rotos y su cuerpo destruido, es un testimonio de la fuerza del espíritu humano.
En las redes sociales, donde las historias de injusticia y valentía encuentran eco, el caso de Anne Askew tiene el potencial de captar la atención. Su narrativa combina drama, intriga histórica y una lección atemporal sobre el precio de la libertad. Al compartir su historia, no solo honramos su memoria, sino que también invitamos a una reflexión más profunda sobre las luchas de hoy. ¿Cuántos “gritos ignorados” persisten en nuestro mundo? La respuesta, aunque inquietante, nos desafía a escuchar y actuar.
Anne Askew no solo fue una poeta y una mártir; fue una mujer que, con sus palabras y su sacrificio, desafió un sistema que buscaba silenciarla. Su legado, grabado en las páginas de la historia, nos llama a no olvidar y a seguir luchando por un mundo donde ningún grito sea ignorado.