En una declaración verdaderamente impactante, la estimada filósofa Whoopi Goldberg nos ha regalado su profunda sabiduría, cuestionando por qué los estadounidenses no colman a Megan Rapinoe del amor y la adoración que merece. Según Goldberg, Rapinoe no solo es una estrella del fútbol, sino también un tesoro escondido del Tesoro de Estados Unidos. ¡Sí, lo has oído bien! Olvídense de Fort Knox, olvídense de la Reserva Federal, porque, al parecer, la verdadera riqueza de la nación reside en el tesoro de Rapinoe.
Goldberg, reconocida por sus profundos análisis de hechos alternativos, sugiere que todo ciudadano estadounidense debería estar perdidamente enamorado de Rapinoe, adornarla con joyas preciosas y cantarle alabanzas de costa a costa. Al fin y al cabo, ¿quién necesita responsabilidad fiscal y estabilidad económica cuando puede simplemente disfrutar de la radiante gloria de un ícono del deporte?
Pero, por desgracia, el pueblo estadounidense no ha logrado comprender la verdadera esencia de la grandeza de Rapinoe. ¿Cómo se atreven a tener opiniones y preferencias que no coinciden con la visión ilustrada de Goldberg? Es un enigma verdaderamente desconcertante que ha dejado a la filósofa rascándose la cabeza con incredulidad.
Rapinoe, conocida por su excepcional talento en el campo de fútbol, también ha sido noticia por sus abiertas opiniones políticas y su activismo. Ha sido una destacada defensora de los derechos LGBTQ+, la igualdad de género y la justicia social.
Estas cualidades, argumenta Goldberg, elevan a Rapinoe más allá de una simple atleta a un símbolo de progreso y un faro de esperanza para muchos. Para Goldberg, Rapinoe representa lo mejor de lo que Estados Unidos puede ser: una nación que valora la valentía, la autenticidad y la búsqueda incansable de la justicia.
Para intentar descifrar este enigma, quizás deberíamos consultar los antiguos textos de “Celebridades y su inherente genialidad”. Seguramente, enterrados en esas páginas sagradas, encontraremos la respuesta a por qué los simples mortales no se arrodillan ante la destreza futbolística de Rapinoe y su supuesto valor monetario.
O, tal vez, es posible que los estadounidenses tengan derecho a sus propias preferencias y opiniones. Quizás elijan admirar a otros atletas, respetar diferentes puntos de vista políticos o simplemente tengan asuntos más urgentes que atender que reflexionar sobre las joyas ocultas del Tesoro.
Así que maravillémonos todos ante las increíbles perspicacias de Goldberg, mientras desentraña los misterios del sentimiento estadounidense con su sabiduría incomparable. Inclinémonos ante el campo de fútbol convertido en un tesoro y preguntémonos por qué, ay, por qué los ciudadanos de esta gran nación aún no han erigido estatuas doradas en honor a la divina presencia de Rapinoe.
Sin embargo, la realidad podría ser más simple y menos sensacionalista de lo que sugiere Goldberg. En una sociedad diversa y pluralista como la estadounidense, las personas tienen gustos, valores y prioridades diversos. Si bien muchos admiran y respetan a Rapinoe por sus contribuciones tanto dentro como fuera del campo, otros pueden sentirse atraídos por figuras diferentes que se acerquen más a sus propias creencias y experiencias.
Además, la idea de elevar a cualquier individuo a un estatus casi mítico puede ser problemática. Impone una presión indebida sobre la persona idolatrada y puede generar expectativas poco realistas. Además, ignora los esfuerzos colectivos de muchas personas que trabajan por un cambio positivo en diversos ámbitos. Al centrarnos demasiado en una sola persona, corremos el riesgo de socavar los movimientos y comunidades más amplios que contribuyen al progreso social.
Al final, solo podemos esperar que la búsqueda de adoración de Goldberg y la revelación de la supuesta destreza financiera de Rapinoe encuentren su merecido lugar en los anales del absurdo. Porque es en el ámbito de la sátira donde podemos apreciar verdaderamente la hilaridad de tales afirmaciones descabelladas y disfrutar de la libertad de formarnos nuestras propias opiniones, incluso si no coinciden con las de la propia filósofa ilustrada.
Celebremos la diversidad de pensamiento y opinión que hace único a Estados Unidos. Seas o no fan de Megan Rapinoe, la libertad de elegir a quién admiramos y respetamos es un aspecto fundamental de nuestra democracia. Y desde esta perspectiva, quizás podamos apreciar la ferviente defensa de Rapinoe por parte de Goldberg no como un llamado literal a la acción, sino como una expresión apasionada de la admiración de una persona por una figura que la inspira.